15.4.11

El Ídolo de Guamúchil... El Inmortal Pedro Infante


El Ídolo de Guamúchil, El Inmortal, quien fuera de las máximas estrellas de la época de oro del cine y la música ranchera, será recordado siempre por el pueblo mexicano. ¿Cómo se convierte un hombre en una leyenda? ¿cómo haces que 54 años después de tu muerte la gente siga poniendo flores en tu tumba? De vez en cuando, tal vez uno de cada 100 000 mexicanos, nace con suerte, pero nadie con la suerte de Pedro Infante.

Su nombre era Pedro Infante Cruz, nacido en Mazatlán Sinaloa, protagonizó más de 60 películas entre 1939 y 1957, el año en que murió. Si echamos cuentas, Infante hizo un promedio de más de tres películas por año. No por nada fue quien ocupó el gran trono dorado en la época de Oro del Cine Mexicano.

Pero ¿cómo se convirtió en leyenda?¿fue el cine? ¿fue su galanura? Si ponemos atención en sus rasgos físicos, Infante no era lo que podemos llamar un “adonis”: ojos chicos, nariz gruesa, cara redonda, grandes entradas. Sin embargo, eso sí, siempre llevaba el pelo impecablemente peinado y el bigote recortado con regla. De cualquier modo su físico no justifica que aún en nuestros tiempos, cuando la estética del “hombre atractivo” ha cambiado por completo, siga siendo idolatrado.

Las razones de su supremacía ante el olvido vienen de otro lado. Infante era un estuche de monerías, en pantalla siempre tuvo el papel del macho valiente que demostraba ser sensible por medio de su canto y su cursilería, y fuera de pantalla siempre trató de mantener esa imagen. Además, Infante tenía un arma secreta que le valió una muerte trágica: era piloto. Así es, se hacía llamar el “Capitán Cruz” y acumuló nada más y nada menos que 2989 horas de vuelo. Y díganme muchachos ¿qué mujer se resiste ante una invitación de vuelo con un hombre uniformado? Aunque nos duela, es posible que muchas de nuestras abuelas soñaron con alcanzar las nubes co-piloteando la nave de un Capitán uniformado.

Infante representó al Mexicano de las clases bajas, la gran mayoría, de forma honrada y honorable, desde el charro enamorado hasta el citadino honrado que se ganaba unos pesos rompiéndose la espalda para comprarle de comer a su Tuzita. Eso le hizo ganar el amor incondicional de las masas que, sin mayor uso del criterio personal, lo adoptaron. ¿Cómo no seguir la imagen de tu “semejante” llevado a las pantallas grandes? ¿cómo no seguir al pobre que pese a la tragedia encuentra la felicidad en su bondad?

Sin embargo, pese a la indudable búsqueda de los productores por conquistar al sector mayoritario de la sociedad mexicana, el verdadero responsable de la fama eterna de infante, es Emilio Azcárraga. Quien compró, luego de la muerte de Infante, los derechos de sus películas, y para asegurar el éxito que su inversión tendría en la audiencia, se encargó de hacer de Infante una especie de “Héroe Nacional”.

Luego de su muerte en un avionazo en Mérida un día como Hoy de 1957, Azcarraga hizo una colecta nacional de llaves para fundirle un monumento a Infante. La gente, como era de esperarse, siguió esta campaña (estilo Teletón) de cerca y con ferviente fanatismo. Luego de eso, no hay fin de semana que Televisa no ocupe un par de horas del domingo con alguna tragedia en blanco y negro enmarcada en los oropeles de la fama, la muerte trágica, el talento y la humildad de Pedro Infante.

Así que finalmente, la respuesta a la pregunta con la que iniciamos este post, no recae precisamente en el hombre que se convirtió en leyenda, sino en toda la infraestructura que lo sigue sosteniendo al grado de que History Channel lo denomine, en el marco de los festejos del bicentenario, “el gran Mexicano” por encima de todos los intelectuales, héroes de guerra, artistas, científicos y demás mexicanos importantes.

0 comments:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons